Hoy hemos descubierto el talento de nuestra compañera Yesica Romero! y como hoy 23 de abril es el dia internacional del libro y celebramos la díada de Sant Jordi, hemos querido compartir este cuento con todos vosotros:
Hace mucho tiempo un joven rey tenía un sueño; quería que su pueblo Vilanova del Vallés fuese muy conocido. Después de mucho tiempo dándole vueltas tuvo una brillante idea, convertiría su palacio en una ferretería y le daría la oportunidad de formar parte de esta aventura a todo aquel que quisiese.
El rey le contó la idea a su hijo, el príncipe de Vilanova. Y el príncipe se lo contó a la princesa, que fue la encargada de reunir el mejor ejército que había en el mundo. El ejército estaba formado por aldeanos muy diferentes.
Para que Hidralair, así habían decidido llamar a la ferretería, funcionase todo debía empezar por las costureras. Dos mujeres muy cariñosas que diseñaron y cosieron a mano los trajes de todos los trabajadores y trabajadoras.
Le seguían los negociantes. Dos hombres muy simpáticos y trabajadores y dos mujeres muy valientes que habían demostrado que negociar también podía ser un trabajo de mujer.
Después entraban en acción los mozos de carga; dos jóvenes, uno de rizos brillantes que siempre destacaba por su atrevimiento y otro al que le apasionaban los carruajes de caballos y que decía que algún día los carruajes no necesitarían caballos. Y el encargado de ambos, un hombre que parecía estar en todo siempre.
Entre los tenderos, encargados de vender las herramientas al resto de aldeanos, se encontraban dos amigos inseparables, un hombre muy tatuado con apariencia de duro pero muy amable y bueno, otro que, para lo joven que era, siempre estaba queriendo aprender más y más, un hombre que todo lo que hacía lo hacía por y para su familia y siempre estaba pensando y hablando de sus hijos, un deportista que siempre iba con prisas porque le encantaba salir a correr y un cocinero al que le encantaba inventar recetas nuevas y más si estas llevaban chocolate. Y el último, pero uno de los primeros en ofrecerse para formar parte de algo tan grande como lo que se traían entre las manos, un hombre muy gracioso y positivo al que le encantaba hacer reír a los demás y ver el lado bueno de las cosas.
Cuando los aldeanos ya tenían sus herramientas se acercaban a pagarle a la tesorera, una chica que no solo era la más pequeña de la ferretería, sino que además, llevaba un pendiente en la nariz.
Si los aldeanos vivían muy lejos hacían sus pedidos a los mercantiles, dos chicos jóvenes que se reían por todo y que precisamente se les reconocía por su risa, un hombre que siempre estaba pensando en nuevos diseños de ropa de trabajo, otro que era tan bueno que solo se había apuntado a la aventura por ayudar, uno que tenía el tono de voz muy elevado pero que era muy bueno, otro más que era tan discreto que siempre pasaba desapercibido y el opuesto a este que se hacía notar por que le encantaba bromear.
Una vez los aldeanos ya habían hecho sus pedidos eran los portadores quienes, en sus carruajes de caballos, les acercaban sus herramientas. Entre ellos había uno que daba la sensación de que siempre estaba enfadado, pero en realidad era que no le gustaban las injusticias, otros dos amigos que siempre hacían los repartos juntos y uno al que llamaban ‘’manitas’’ porque podía repararlo todo.
Finalmente, cuando el material llegaba a sus correspondiente aldeano y este pagaba por él, eran las tres funcionarias las encargadas de contarlo supervisadas por sus encargados. Los cinco habían acordado que contratarían a un músico cuando consiguiesen su objetivo, ya que tenían tanto ritmo que les gustaba tener música de fondo.
Y por último, estaba el mejor amigo del rey, como encargado de supervisar que todo fuese sobre ruedas.
Encontrar y formar el ejercito fue tarea fácil, ya que a pesar de lo diferentes que eran consiguieron llevarse muy bien y trabajar entre ellos era entretenido y divertido.
Al principio, convertir el palacio en una ferretería fue una magnífica idea, ya que los aldeanos de Vilanova y de los pueblos de alrededor se acercaban hasta allí para comprar material y reparar sus casas, sus jardines o sus carruajes, todo iba según lo previsto. El rey estaba llevando a su pueblo a ser el más conocido, pero la fama duro poco, ya que en el pueblo de al lado quisieron hacer lo mismo y convirtieron su palacio en un supermercado de comida.
Al ver que todos sus clientes se iban el rey se puso muy triste y el príncipe decidió convocar una reunión con todos los componentes del ejército.
-¿Qué podemos hacer para levantar el negocio? –Pregunto el príncipe a su ejército.
-Si en el pueblo de al lado venden comida podríamos vender nosotros platos cocinados. –Dijo el tendero que era cocinero.
-No podemos hacer eso, estaríamos robándoles la idea como ellos han hecho con nosotros.-Contestó la tesorera.
-Podríamos celebrar una fiesta. –Propuso el tendero más gracioso.
-¡¿Una fiesta?!-Exclamaron todos los demás a la vez.
-No es momento de bromas. –Dijo el tatuado.
-Esperar, tal vez no sea tan mala idea. –Prosiguió el joven con ganas de aprender. –Podríamos celebrar el aniversario de la ferretería y en una fiesta hay…
-¡Comida! –Dijeron los dos mercantiles más jóvenes antes de echarse a reír con sus risas inconfundibles.
-Exacto. Expondríamos todos nuestros productos y así los aldeanos recordarían que tienen cosas que arreglar, pero para que fuese más apetecible asistir podríamos poner comida, música, hacer demostraciones y muchas cosas más.
Tras una larga pausa por fin habló el príncipe.
-Buen trabajo. Poneros manos a la obra y, sobretodo, que no se entere el rey. Le daremos una sorpresa.
En cuanto el príncipe se fue los componentes del ejército siguieron planeándolo todo.
-Yo prepararé el catering. –Dijo el cocinero.
-Yo preparare las invitaciones. –Dijo la tesorera.
-Nosotros se los llevaremos a todos nuestros clientes. –Comentaron los portadores.
-Y nosotros saldremos a la calle a correr la voz. –Prosiguieron los mercantiles.
-Prepararemos carteles. –Siguieron los negociantes.
-Nosotros los colgaremos. –Dijeron los mozos de carga.
-Nosotras nos encargaremos de traer los músicos. –Acordaron las funcionarias.
-Coseremos trajes nuevos para la ocasión, pero necesitaremos modelos. –Apuntaron las costureras.
-Nosotros seremos los modelos. – Dijeron los tenderos.
-Yo me encargaré de llevar al rey a la celebración. –Dijo su mejor amigo.
Y así, todos juntos, se pusieron a organizar la mejor fiesta que Vilanova y los pueblos de alrededores verían jamás.
Llegó el día de la celebración y habían hecho tan buen trabajo que asistieron muchos más aldeanos de los previstos y para cuando el rey llegó su sorpresa fue tan grande que casi se puso a llorar de alegría. Sintió que había cumplido su sueño y se dio cuenta de que, aunque con él había empezado la aventura, lo había conseguido con la ayuda de todos los que le habían acompañado en el camino.
El tiempo pasó y Hidralair siguió en lo más alto, siendo una de las ferreterías de más prestigio y dándole reconocimiento a su pueblo.
Y todos los componentes del ejército siguieron unidos, trabajando codo con codo, porque ahora eran mucho más que compañeros. Ahora eran amigos, familia.
Fin.
Autora:
Yesica Romero Gallardo (La reina Uki)
Diccionario
Tendero: propietario, encargado o dependiente de una tienda.
Tesorera: persona encargada de cobrar y guardar el dinero de una empresa.
Mercantil: comercial.
Portadores: que lleva una cosa de un sitio a otro. Transportista.
Funcionarias: persona que ocupa un cargo o empleo e la administración. Administrativa.